Todos los representantes políticos de la clase dominante, tanto oficialistas como opositores, como así también las centrales sindicales y ciertos sectores de la izquierda, han dejado de lado sus diferencias y se encaminan hacia los festejos por el Bicentenario. Todos al rescate de los “valores nacionales” evocando a Mayo del 1810, para imponer la idea del nacimiento de la nación y la independencia nacional.
Sin embargo, el discurso que sostiene el gobierno de “doscientos años de vida independiente” entorno al Bicentenario mistifica la realidad que vivimos día a día en
Si bien la guerra anticolonial conocida como
Muchos de los “mitos” sobre el pasado argentino, aunque sus voceros sean diferentes, siguen en pie. Si hoy escuchamos un discurso poco claro es porque a diferencia de cuando se festejaba el Centenario, momento en el cual la oligarquía se consideraba “fuerte y gloriosa”, hoy nos encontramos con una clase dominante en crisis y sin legitimidad, que se expresa en la polarización entre el kirchnerismo y la oposición. Es que la historia no es imparcial, la mirada sobre el pasado depende de quién lo haga. Las versiones sobre la historia nacional que tanto se difunden y conocemos, más allá de sus matices, no han escapado al intento de legitimar el poder de la clase dominante. Por eso los trabajadores/as debemos criticar esta visión del pasado y adoptar la nuestra.
Dar vuelta estos mitos nos permite entender que el relato sobre la revolución de mayo tiene el fin de convencer a los trabajadores/as de que sus intereses son “comunes” a los de las clases dominantes, de que hay una “identidad nacional” forjada desde los inicios de la “patria” que nos pertenece a todos los “argentinos”.
Pero hay un interés mayor por la historia para los trabajadores/as. Los explotados de hoy tienen sus antepasados, conocer sus experiencias y sacrificios es un deber, y a la vez un derecho, para construir mejores herramientas de lucha.
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