martes, 11 de mayo de 2010

¿Doscientos años de independencia?

Todos los representantes políticos de la clase dominante, tanto oficialistas como opositores, como así también las centrales sindicales y ciertos sectores de la izquierda, han dejado de lado sus diferencias y se encaminan hacia los festejos por el Bicentenario. Todos al rescate de los “valores nacionales” evocando a Mayo del 1810, para imponer la idea del nacimiento de la nación y la independencia nacional.


Sin embargo, el discurso que sostiene el gobierno de “doscientos años de vida independiente” entorno al Bicentenario mistifica la realidad que vivimos día a día en la Argentina actual como en gran parte de las naciones sudamericanas. Oculta la sumisión y la dependencia del país, como así también la pobreza e indigencia de una Argentina atada de pies y manos a la presión del capital extranjero. Ejemplo caro que vemos desde principio de año, con la gran disputa por como cumplir religiosamente el pago a los fondos buitres internacionales.


Si bien la guerra anticolonial conocida como la Revolución de Mayo permitió romper las cadenas que nos sujetaban al decadente imperio español; con el tiempo se fueron forjando otras, las que ataron económicamente a estos territorios con el capital inglés. Durante estos dos siglos, las clases dominantes han establecido y preservado un verdadero pacto neocolonial.


Muchos de los “mitos” sobre el pasado argentino, aunque sus voceros sean diferentes, siguen en pie. Si hoy escuchamos un discurso poco claro es porque a diferencia de cuando se festejaba el Centenario, momento en el cual la oligarquía se consideraba “fuerte y gloriosa”, hoy nos encontramos con una clase dominante en crisis y sin legitimidad, que se expresa en la polarización entre el kirchnerismo y la oposición. Es que la historia no es imparcial, la mirada sobre el pasado depende de quién lo haga. Las versiones sobre la historia nacional que tanto se difunden y conocemos, más allá de sus matices, no han escapado al intento de legitimar el poder de la clase dominante. Por eso los trabajadores/as debemos criticar esta visión del pasado y adoptar la nuestra.


Dar vuelta estos mitos nos permite entender que el relato sobre la revolución de mayo tiene el fin de convencer a los trabajadores/as de que sus intereses son “comunes” a los de las clases dominantes, de que hay una “identidad nacional” forjada desde los inicios de la “patria” que nos pertenece a todos los “argentinos”.


Pero hay un interés mayor por la historia para los trabajadores/as. Los explotados de hoy tienen sus antepasados, conocer sus experiencias y sacrificios es un deber, y a la vez un derecho, para construir mejores herramientas de lucha.


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